viernes, 5 de octubre de 2012

El guitarrista.




  Tócame como a tu guitarra, confíame la historia tras tus canciones, y lentamente sedúceme, será fácil verme caer con cautela sobre tus manos y entre las notas; sobre las cuerdas y entre acordes, los mayores, los menores, pero siempre cerca de ti: Música elemental, música que enamora. Tócame sin medida. 
  Al guitarrista hay que verlo mientras toca. "Seamos juntos un arpegio", se me antoja proponerle, pero él luce tan independiente, tan rebelde, y aquí otra admiradora más se debate entre el misterio y lo intangible. El guitarrista no entiende que enamora, ¡ese es el problema! 
  Entonces tócame como tocarías tu canción favorita... y sino tienes una: que sea yo desde ahora tu preferida; pero tócame, tócame como tocarías la primera canción que aprendiste, y lentamente desliza tus dedos sobre el mástil, sé el guitarrista apasionado, sé el músico incomprendido, el hombre nocturno, ¡quiéreme como a tu instrumento!, y lentamente sedúceme. LENTAMENTE, sucumbe ante mi admiración.
  El guitarrista no entiende que enamora, no sabe, no es adrede.

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