sábado, 13 de octubre de 2012

... y yo llamándome Alana.

    Me hallo actualizando el repertorio de canciones, resulta que hoy supe de ti después de encontrarte hasta en la marca de mis zapatos... y yo llamándome Alana, ¿dónde encontrarías tú mi nombre? ¿qué taller mecánico puede llamarse "El taller de Alana"? o, siquiera, ¿qué panadería, qué salón de fiesta, qué personaje de dibujos animados? ¡Ninguno! ¿Alana? ¡Por Dios! 
    Tu nombre y el mío se parecen un poco, pero no lo suficiente, es por ello que lanzo al viento las posibilidades de encontrarte a donde mire, y como que el viento me odia, porque te devuelve a mí como por venganza... y yo llamándome Alana. Seguro estoy entre las primeras de tu lista de contactos, pero tú eres ciego ante el recuerdo de "la muchacha del piano", y de nuevo sólo quedo yo, refunfuñando en el carro cuando una calle lleva tu apellido; refunfuñando mientras veo televisión, porque un personaje lleva tu nombre; refunfuñando en la Universidad, porque alguien, ¡no sé quién es el desgraciado!, tiene tu mismo automóvil; y eso me deja exhausta. Todo ese remolino de señales, esa embrollo de recuerdos tuyos que no cesan y me ponen de mal humor, todo tú, lo poco que sé de ti y me rodea, todo eso me deja un sábado como hoy actualizando el repertorio de canciones y deseando llamarme MARÍA, para que me encuentres hasta sin percatarte, en un descuido.

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