jueves, 15 de septiembre de 2016

Las rosas llegaron tarde.




   Las rosas llegaron tarde, justo cuando no precisaba sentirme amada como antes, demasiado tarde para enamorarme, con tanta demora llegaron tus rosas que no sentí tristeza ni lástima, sino rabia, auténtica rabia por esa costumbre tan básica de los hombres como tú de concentrar toda su atención en aquello que ya ven perdido, quizás solo para decepcionarse más, o ver a la persona regresar... Sin embargo, tus rosas llegaron tarde, con el retraso de tantas esperas y lágrimas que por un momento se acumuló de golpe un rencor caliente en mi garganta y me sentí lista para gritar que las rosas no se regalan después de la ruptura, sino antes de siquiera considerarla... sí, tus rosas, tu carta de agradecimiento, todo ese minúsculo esfuerzo tuyo por recuperarme o sentirte mejor por arruinarlo todo, llegó demasiado tarde, y lo supe cuando de tus rosas se desprendió un aroma agridulce a arrepentimiento y pérdida, como si en ellas hubieras concentrado todas las esperanzas de intentar hacerme feliz de nuevo para sentirte mejor, aún sabiendo en el fondo de tu corazón que ya me habías perdido de todas las maneras en que puede extraviarse una mujer en la vida de un hombre... sí, y lo supe cuando al verte entrar por esa puerta con ese ramo de rosas tan hermosas, solo pude pensar en el día en que estas se marchitarían, imaginando que justo así estábamos nosotros: tan dañados, tan muertos, tan acabados y con tan poco de aquella belleza del amor, que pude saberlo de inmediato... saber que ya era demasiado tarde para rosas o cartas, así como lo era para besarnos o querernos... saber, como tú también lo sabías, que esas rosas en realidad eran más para ti que para mí.

                                                                                                                                         A Patricia

No hay comentarios:

Publicar un comentario