miércoles, 16 de junio de 2010

Huír contigo.

Reservémonos las peleas, se trata de toda una vida juntos a partir de aquí. Luego de cruzar esa puerta, serás mío por siempre, para una eternidad, hasta que el cielo caiga y entonces no pueda seguir soñándote colado, filtrado allí en las nubes, sesgado por el celeste natural de un hermoso día, acariciado por los rayos ardientes del sol de nuestras mañanas y tardes juntos. Entonces, como nunca te vi en la madrugada a mi lado, ahora sí podré imaginarte junto a la luna y calificar dónde luces más celestial, por que es como si fueras mi ángel y sobre tus alas sobrevoláramos la ciudad, no será sólo por hoy, sino para la inmortalidad.
Cuando tus manos se paseen por mi cintura cada noche, te sabré tan mío que los delirios vendrán a mi cuerpo y atacarán mi cordura; los deseos serán otros, las felicidades serán muchas. Hombre y mujer, tú y yo, el día y la noche, mis sueños y tu existencia. Seré tuya por siempre, cuando nos ataque la rutina, burlémosnos de ella, guardemos en un baúl el pasado y construyamos un futuro, mezclándonos a la natura, viviendo uno por el otro, acariciándonos sin reglas, violando la ética. Entonces seré tuya para siempre, cada uno de los días que me quedan por vivir, pues dependeré de ti, pues soy tuya desde que nací.

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