martes, 15 de junio de 2010

Tu nombre en mi pared.

Tu nombre estaba escrito en mi pared, día a día me sentía condenada a una vida con tu presencia espiritual, sudyugada a ese misterio andante de tu partida; como si me importaras, como si valiera de algo amarte tanto, como si tus ojos alguna vez me hubieran visto más allá de mis pestañas. No sé cuántas veces intenté borrar tu nombre, ese que escribía como tonta en mi cuaderno, en mi cabeza y bajo mi almohada, ese mismo que se encendía en mí cuando hablaban del amor, pero era tarea perdida, misión imposible; era eso mismo como deshacerse del único significado de lo que fuimos alguna vez. Recuerdo aquella noche, tu rostro era el mismo de siempre, sin motivos, sin circunstancias, el vivo retrato de la ausencia; escribiste tu nombre en la pared con un marcador negro, luego me miraste y, sin sonreír, pareciste feliz. Nunca me olvidarás, me habías dicho y al momento supe que decías la verdad, que eras sincero. Pero como si valiera la pena estar recordándote, como si fueras digno de mis anhelos.
Hoy no borraré tu nombre de la pared, tal vez lo haga mañana. Como si valiera de algo planear tu olvido...
... Como si yo misma fuera capaz de olvidarte, ¿para qué seguir engañándome?
Arreglé mi almohada sin ganas, cortando mis cavilaciones al instante, miré a mi alrededor: la luz apagada, el frío congelándome los pies y las manos, el silencio atormentándome como un ruido ensordecedor. Di media vuelta sobre mi cama, dándome por vencida, prendí la lámpara en mi mesa de noche y miré la pared.
- Buenas noches, tonto recuerdo del ayer- refunfuñé, observando deseosa tu nombre en mi pared-. Buenas noches...

1 comentario: