sábado, 19 de noviembre de 2011

Guardia baja.

- Baja la guardia, casanova, ¿qué estás buscando a estas horas? ¿quién te ha dejado entrar y por qué me sigues sonriendo de esa forma? Como si nuestro pasado no hubiera existido jamás y de la nada volviéramos a ser grandes amigos, apasionados amantes, cómplices de un trágico destino, compañeros de tragos.

- Hoy es una noche especial.

-¿Quién lo dice?

- Que la luna te lo diga. ¿Por casualidad no te susurra fríamente al oído que tu absurda actitud a la defensiva se ha tornado ofensiva e hiriente para mí? Parece como si hubieras olvidado en un arrebato de falsa sensatez nuestro eterno pasado, pero no logras engañarme a mí. No a mí, así que no intentes hacerme sentir culpable, mi amor, ¿cuándo tus vagas técnicas han funcionado con este hombre que hoy acusas de ser un casanova?

     Ella bajó la mirada, desconcertada ante el discurso del que no hace más de un año era llamado por ella misma su "fiel compañero".

- Has dicho especial- farfulló, retomando su característica dureza, esa misma que seducía al hombre frente a ella-, ¿qué es especial?

- Especial es especial.

- Baja la guardia, estamos en confianza... Aunque ya nos hayamos hecho daño, aunque que ya no perdamos el tiempo besándonos, aunque lo nuestro quedó marcado en nuestra historia como un divertido pasatiempo, como una lección casual de flirteo, aún puedes confiar en mí.

- ¿Acaso se puede confiar en el fuego siendo una trozo de papel?- él sonreía, siempre lo hacía-. Ese era tu problema, querida mía, el exceso de desconfianza. Resistías despierta hasta el amanecer observándome con una mirada morbosa, todo para asegurarte de que no huyera en medio de la noche y tú quedaras como una doncella más que al entregar su cuerpo en una noche, lo recibía de vuelta con la misma rapidez.

- ¿Acaso podía confiar en un hombre que parece sonreírle a todo lo que se le ponga en frente?

- No te pedía tanto entonces... ¿pero al menos soy merecedor del beneficio de la duda? Por más arrepentida que te sientas, siempre seré ese hombre al cual vigilabas luego de haberme besado en cada esquina de tu casa. Yo nunca te robé una sóla caricia, tú me las regalaste todas. ¡Qué fácil!

     Ella se adelantó hasta él y posó la punta de su cuchillo en ese cuello bronceado y áspero que más de una vez mordisqueó con sus propios dientes.

- ¿No es el ser humano libre de tomar sus propias decisiones? ¿Por qué no negarse a ser tratado como el juguete de una mujer? Si yo soy fácil, tú necesitabas con urgencia un poco de afecto.

     Él tomó el brazo de su antigua compañera y lo bajó rápidamente. Su pecho hacía contacto con la espalda de ella. Ese par de viejos amigos que eran sus corazones, bombeaban sangre al ritmo de la química que hacía leves explosiones en sus interiores.

- Entonces hay que ver cómo sabes dar afecto, mi amor- le dijo él robándole un beso a su antigua amante.

     Ella lo alejó y le preguntó:

- ¿Por qué actuar como lo hacíamos en el pasado?

- Tú sólo bajaste la guardia y yo me vi tentado, ¿no era así en el pasado?

- A veces es bueno recordar...

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