sábado, 18 de febrero de 2012

Apúntame y dispara.

Me he dado cuenta que siendo sincera contigo, he logrado serlo también con mi corazón, que al mismo instante en que dije amarte, mi pecho dolía, mi alma ardía, mi cuerpo explotaba por dentro. Sentía cada músculo congelarse, cada expresión falsificarse, cada movimiento tensarse, cada mirada perderse en el tiempo, como un recuerdo que ha sido olvidado por quien lo ha vivido, como una sonrisa que ha sido dibujada con arena en pleno verano, como esa primera vez en que decides ser sincera y las cosas no salen del todo bien. 
Sabías que el dolor venía incluido en cuanto decidimos jugar al amor, que quizá iba a ser insoportable e insostenible, pero que valdría la pena si salíamos victoriosos. Pero eso no pasó... y es mi culpa, desde el principio siempre lo fue. Desde el primer beso se sintió extraño estar juntos. Desde la primera caricia perdió sentido un estremecimiento. Desde la primera mirada, quise ver qué más había en la sala...
... y es hasta ahora que he decidido compartirlo contigo.
Me siento como una pieza de cristal que tambalea sobre un precipicio, siento que en cualquier momento el idiota que creó el amor puede venir a empujarme al vacío; puede llegar y reírse de mí; puede entrar en la sala y apuntarme con su dedo, echándome la culpa del desastre que fuimos. Y de nuevo creo morir en un par de segundos, creo no merecerte, creo ser lo peor que pasó por tu vida; pero está bien. Está bien, siempre y cuando tú lo estés también.

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