sábado, 12 de enero de 2013

En efecto.


Y la luna sale, entonces, cuando escondes tu sonrisa y, en efecto, tu sonrisa es mi sol. De allí en más, hablemos de estrellas como lunares en tu camisa, de nubes como cabellos flotantes, rayos como caricias eléctricas, cálidas tempestades o, quizás, acumulaciones de oxígeno cuando no estás y, en efecto, mi aire sea saberte tan cerca.
Y una suave llovizna cae sobre nuestras cabezas cuando el sol ataca a la palmera, y, en efecto, yo soy la palmera y tú me atacas con esa sonrisa dulce como almíbar, caliente como verano, refrescante, una vez y otra más. Y admito haber caído en ese mar, entendamos como "mar" a tus encantos, esos pícaros amiguitos míos que me conocen mejor que yo misma y a veces me sorprenden con la guardia baja, tan distraída como dispuesta, tan sola como cuando la luna sale vencedora.
Quizás hoy toque esperarte toda la madrugada en vela o quizás negociar con Dios para que mi cobija, en efecto, seas tú, y mi almohada y mi ropa, y mi lámpara y la ventana, aunque con tu sonrisa tenemos para alumbrarnos esta noche, el resto de la madrugada y todo el día de mañana.

¡REGRESÉ!
(no pude evitar escribir eso de arriba).

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