viernes, 18 de octubre de 2013

A escasas casas de mi casa.

   

    A escasas casas de mi casa, vive un hombre de nombre Manuel.
   Manuel madruga cada día y se sienta al borde de la ventana de su habitación, desde donde yo lo veo asomado con la misma curiosidad que tendría un ciego cuando ha empezado a ver. 
   Allí, donde Manuel hace reposar su mirada, allí mismo va a dar mi curiosidad. Allí, adonde él dirige su sonrisa, voy yo a plantar mi ansiedad. Si supiera Manuel que no solo el sol sale a asomarse para verle cada mañana y encontrarlo pensando. Ay, si supiera ese hombre que lo he visto llorar recordando y, de la misma manera, he llorado sin estar a su lado.
   Me he dado cuenta que a Manuel la casa se le puede estar viniendo encima, y las cuentas y la soledad, pero nada, siquiera eso, interrumpiría su rutina.
   Solo lo he visto asomarse al jardín ocho veces desde que lo observo, y en esas pocas ocasiones he alcanzado a salir yo también para simular estar esperando a alguien. Manuel no mira. Manuel no siente curiosidad. Todo le da igual. Manuel parece víctima de un mal amor. Se lo consumen poco a poco los recuerdos y yo no puedo sino vivir a través de mi ventana y la suya, deseando alguna vez tener el valor de saludarlo alguna vez. Pero nada de eso me funciona, pues Manuel ha dejado de funcionar, a veces vive, a veces muere. Los martes lo veo más triste que nunca y jamás es tan feliz como los jueves. Los jueves se pone a dibujar, y allí donde él posa su lápiz, yo poso mi curiosidad otra vez, deseando ver lo que traza, deseando ver a quién dibuja con tanto cuidado y dedicación.
   Ayer, martes, Manuel salió de nuevo al jardín, pero esa vez no corrí a su encuentro. No quisiera que volteara a verme al fin en un día como ese, tan oscuro, tan melancólico, doblemente solitario para él.
   A escasas casas de mi casa vive y muere Manuel. Ama y odia también. El hombre que anhelo y ansío vive a escasas casas de mi casa, pero mi gallardía se ha ido para no volver y, similar a la luna, se esconde al ver a Manuel. 
   La luna se esconde al verle la cara a Manuel.

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