miércoles, 16 de octubre de 2013

Fragmento.

"Hay un cinismo odioso en su mirada. Suele atrapar a la madrugada danzando y, sin pausa, arrebatarle la música de un grito. Aún así, lo prefiero ver descalzo y pensando, a veces maldiciendo en voz baja al mundo, ese que le da vuelta la cara como un remolino y lo deja mirando en mi dirección, medio inconforme:
- De hecho, no hay nada más que ver por aquí, pero... por algo estás ahí parada.
Su voz, fría, de hombre capitalista. Su mirada hedonista, su ropa sobrevalorada, sus manos inmaculadas, su piel perfumada. Todo de él odiaba.
- No vine a llenar tus expectativas, Enmanuel- le mentí-. He venido a solicitar tus servicios.
- ¿Estás metida en problemas legales o... planeas construir una casa en los suburbios?
- No alardees tus dos profesiones en mi cara. Eso déjalo para las ingenuas...
- No hables como si ya no hubieras sido una de esas.
- No hables como si ya hubiera olvidado que en aquella época sí volteaste a mirarme.
Desde allí donde él estaba, a dos o tres metros de mí, aún llegaba a mi nariz su perfume caro, pero yo no podía sino sólo imaginármelo de nuevo descalzo, con un pantalón de dormir roto en la entrepierna y su taza de cafe de I love New York.
- Habla o calla para siempre, Elena.
Lo miré unos segundos, las manos me sudaban, el aliento me fallaba. Los pulmones se me cerraron y sólo podía hacer una cosa para recuperarme:
- ¡Ya no aguanto!
Él ladeó la cabeza y me echó otro vistazo:
- Ya sabía yo..."

No hay comentarios:

Publicar un comentario