En una noche de lunes, luego de clases de teclado, fui a comprar una pizza con mi papá... Era nuestra primera vez en el sitio y, aunque había sido inaugurado hace ya un tiempo, sería la primera vez que comería caliente de allí...
Detrás de la caja había un muchacho: De piel sutilmente bronceada, estatura media, algo delgado... pero lo que verdaderamente llamó mi atención fueron sus ojos grises. Inmediatamente me recordó a mi primer personaje... describía su mirada como casi plateada, centellante, vibrante, cristalina, con cierto atractivo cínico y misterioso rondando en sus pupilas.
En fin, el asunto es que, por andar mirándole los ojos, el muchacho me atrapó viéndole y no sé si tomó eso como... qué sé yo, ¿una iniciativa? El caso es que, en cuanto mi papá se alejó, él se acercó e hizo la pregunta prohibida:
- Y... ¿por dónde vives?
¡Chicos! ¡Por Dios! Eso no se pregunta... Ya lo había dicho antes, lo primero que piensa una mujer al ver un desconocido son tres cosas: Asesino, violador y acosador. Somos muy mal pensadas y, aunque en mi caso, el muchacho fuera un angelito, lo cual no creo, no estaba en mis planes darle mi dirección. Mi respuesta fue un inexpresivo:
- No lo sé- acompañado de una sonrisa de incomodidad que hoy hubiese preferido cambiar por una expresión seria que te aconsejara que era mejor alejarte... bueno, debería primero aprender ese gesto y luego usarlo.
El asunto es que ya sabía que se acercaría, pues los hombres son así, tú les dices algo como: "Me gusta tu corbata" y ellos piensan algo como: "Le gusto". Es inmediato. Siempre lo he dicho... en mi caso, y, por andar pensando como siempre en mis libros, una mirada le bastó a aquel desconocido para pensar que siquiera le diría cómo se llamaba la calle que estaba a 500 Km de la mía.
También dijo algo como: "¿Y eres nueva por aquí?"... a lo cual le dije, nuevamente, no lo sé.
... Por cierto, la pizza no me gustó para nada.
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