sábado, 21 de agosto de 2010

Idilio.


El silencio se rompió con aquel beso que regalamos a nuestra necesidad. La lluvia cesó con ese llamado mutuo al amor. Las agujas del reloj frenaron tímidamente ante tal idilio, por que odiábamos que el tiempo fluyera, que la hora del adiós se aproximara, que éramos eternos en las visitas y por un abrazo las paredes imploraban.
Intimidábamos al futuro, pues un romance tan fehaciente, era promesa de inmortalidad y ese tiempo temía a la furia de dos enamorados, que vivían por el otro, que su corazón bombeaba por el otro, que el cielo era hermoso por que ellos estaban juntos. Eso era un idilio, una pasión intensa, un continuaremos, la verdad, el éxtasis, la unión, el amor, el sol. Hombre y mujer. Un para siempre y un después. Un idilio es la promesa de una eternidad, y éste va más allá.

Dedicado a mi hermana mayor, que silenció su ímpetu para dejarle escribir a la "aburrida" Alana, que, al retomar su escritura, le resultaba antipática. TE QUIERO.


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