viernes, 22 de julio de 2011

Así te conocí.

        Era uno de esos días lluviosos en Maracaibo, creo que fue un sábado o un domingo, saliendo del cine, aún con el sabor de las palomitas de maíz en la boca y con ganas de comer un dulce; estaba sola y me paseaba aquel centro comercial como si nunca hubiera estado en él antes, mirando vitrinas, escrutando dentro de tiendas e indagando la forma de vestir de una que otra maniquí; ¿conocen los Nerds? Esas pastillitas agridulces de Wonka que vienen en dos colores... pues las estaba buscando y sé que hace un tiempo atrás había hallado una pequeña tienda dentro del Sambil que los vendía, y allí estaba yo, sola, detrás de un dulce en específico, Venezuela contra Chile en la Copa América y se escuchaba el bullicio de la gente en el nivel feria; en fin, me había rendido, aquella tienda era pequeña, el tiempo corto, pues era el descanso del segundo tiempo, y debía irme pronto, pues no falataba demasiado para que la noche cayera y debía regresar a mi apartamente en taxi, y resulta que siempre desconfío de los taxistas... Vi a un asiático sonreírme, y me dio risa pues ellos me dan risa; también vi a un niño correr lejos de sus padres para mostrarles un peluche de Garfield en la vitrina de Beco o algo así... y es que, ya que lo recuerdo, era el día del niño y el Sambil estaba a punto de explotar.
        Entré a una farmacia, no sé si era Saas o Locatel, en fin, debió ser Saas pues Locatel es muy grande, pedí un helado: Crema Real... y el tipo en la caja había ido al baño y en la parte de atrás había un muchacho tranquilizando a los impacientes consumidores, y yo estaba allí muy tranquila, con mi helado en la mano, el dinero en la otra y cierto arrobamiento. En frente tenía a un señora de blusa roja, escandalosa como nadie, varios clientes se fueron y quedamos la señora, un Rasta o algo así y yo... y el chico de atrás, luciendo bastante calmado por sobre las quejas dirigidas a él, intentó calmar el ambiente luego de que le preguntaran por quintogésima vez: ¿Y no hay nadie que atienda la caja? Y el muchacho decía bien relajado: "El chico fue al baño, no aguantaba las ganas, pero ya viene", y yo esbocé una sonrisita, y el muchacho me miró y sonrió también. Entonces se dirigíó a mí y me dijo: "El helado se te puede derretir, si quieres cambiarlo...". Y yo lo interrumpí: "Gracias", y le di el helado y él, tan bondadoso, lo metió de último entre toda la pila de crema reales y volvió a cerrar el refrigerador. Seguí esperando, el de la caja llegó y se puso en marcha.

- Disculpa- llamó el muchaho, yo volví a verle-. ¿Estás viendo el juego?- preguntó algo curioso. Era un lindo rubio, no me gustan los rubios, pero este era lindo y sus ojos verdes parecían sinceros.

- Sí, va ganando Venezuela 1-0... Jugó mucho mejor que Chile en este primer tiempo- comenté.

- Qué bien- y él, no sin antes darme un nuevo helado, se alejó un poco hasta no sé dónde, y yo pagué mi helado, sorprendida por todo lo que tuve que esperar por algo tan pequeño y que se acaba en menos de tres minutos.

        Al dirigirme a la salida, alguien me habló:

- Avísame si Venezuela mete otro gol- y rió, era una broma, no lo decía en serio; pero yo soy tan, pero tan literal.

        Así que reí y salí de la farmacia y en cuanto lo creí conveniente, empecé a correr. Llegué a tiempo al nivel feria para ver el segundo tiempo, y Chile casi le mete tres goles a la Vinotinto y el arbitro se equivocó más de una vez, Chile metió un gol y Venezuela otro... y en cuanto sucedió eso, volví a salir corriendo y él estaba justo donde se había quedado al haberme ido.

- Chile metió un gol... pero Venezuela hizo otro y, como están las cosas, ¡pasamos a semifinales!

        Él empezó a reír con ganas, viendo directamente en mis ojos, y recuerdo haberme quedado el resto del día metida en la farmacia, conociéndolo, riéndome y relajándome...

        ... y es que así empezó todo. Tan simple, tan casual, el fútbol nos unió, quién lo diría. ¡Já!

Quizá si esa noche no hubiera jugado Venezuela, o yo me hubiese antojado de algo salado en vez de algo dulce... o tal vez si al tipo de la caja no le hubiesen dado ganas de ir al baño, quizá no te bubiese conocido, quizá hoy no seríamos lo que somos, quizá jamás habría escrito esto.

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