viernes, 16 de noviembre de 2012

¡Cónchale, no es ni mediodía!

    Detesto que vengas tú a hablarme y que de que "estás muy ocupada", no haces nada, no trabajas, el vago de la escquina podría ser tu amigo, te da lo mismo el dinero, lo gastas, no inviertes, y todos los demás somos unos idiotas. Detesto eso de que nunca estás satisfecho, mira, tú te quejas y yo me quejo, tú gritas y yo grito, tus rabias las pagas conmigo, soy una especie de esponja, absorbo tu mal humor y mi cuerpo te detesta. Mira bien la hora, asómate por la ventana, no es ni mediodía y ya estás de regreso en la cama, y aquí los mortales, los que nos partimos la espalda estudiando o trabajando, somos tan "superficiales", y tú detectas esos momentos en los que debes usar la cabeza, y huyes atormentado, y yo pienso: "Si vas a hacer algo, ¡cónchale! ¡Házlo bien!". Resulta que no me da risa una mala nota, eso me saca de quicio, me decepciona, sé que puedo dar más. Resulta que no es gracioso que te burles de un animal. Resulta que uno quiere salir a la calle y no aguantarse al intento de guardia sádico que hay frente al Banco. Detesto eso. Detesto que todo te ponga de mal humor, que me digas que no. Mira, ya medio mundo sabe que crees que estás súper buenísima, ok: Supérate. Detesto que la tipa esa que atiende se mire las uñas y ponga mala cara: "¡Dos palabras, mi linda! ¡No es tan complicado! ¡Buenos días, chama, buenos días!". Detesto que, encima de todo, tenga yo que sufrir por amor. Mira, ya tengo bastante: los problemas en casa, la Universidad, que si me va a quedar tal materia y me he roto el lomo para los estúpidos exámenes, que si tengo que hacer comida, que si mi profesor es un irresponsable, que si hago un amigo y el tonto ya cree que nos casaremos dentro de tres años; mira, no es ni mediodía y ya mi noche se me hace insoportable. No es ni mediodía y me da tedio pensar en qué pasará mañana. ¡Cónchale! Detesto tu mal humor, es como un virus, flota en el aire: ¡Relájate! 

Esos días en que quieres morder, golpear o quizá empujar por una barranco a toda aquella alma inocente que se te atraviese por tu malhumorado camino,
todo eso, 
antes del mediodía.

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