Es difícil empezar a hablarte
cuando tus ojos señalan una inmensidad abrumadora y, aunque quisiera decir
tantas cosas, parece que mi cuerpo se halla indispuesto para pautar el tan
anhelado y pospuesto inicio.
Mira, presta atención, aquí dentro de
mí: palabras van, palabras vienen, pero es cuestión de tiempo mientras me
acostumbro a tu presencia, mientras veo cómo de poquito en poquito tu mirada
irá volviéndose necesaria, mientras siento tu mano alojarse en la mía, con
cautela, pero sin poder ocultar las ansias.
¿Ves? ¿Ahora lo entiendes? A veces
siento que tengo tantas cosas que decirte que no sé por dónde empezar, y temo
que las dudas extiendan un vacío en tu pecho, que quizá te canses de mis
balbuceos, de esa incertidumbre que deposito en ti. ¿Es notable ahora? Contigo,
palabras van, palabras vienen, no puedo evitarlo, pero sí puedo esperar que la
costumbre me haga hablarte con fluidez, mientras mis secretos transmutan
para ser tuyos también. ¿Ya entiendes?
El caso es
que, aunque no he dicho casi nada y tú has sido el motor que ha impulsado esta
relación, debes saber que hay una confusión de sentimientos rondando en mi
interior. Diariamente converso con ellos y juntos hemos llegado a la conclusión
de que estoy lista, basta de tontos balbuceos, de palabras atascadas en mis
labios, basta de todo eso. Hagamos que estas palabras se queden, porque así lo
hemos decidido nosotros.
Una dedicación anónima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario