miércoles, 14 de noviembre de 2012

Es cuestión de lógica.

    

    Para ti es oportuno y necesario el Te quiero, en cualquier momento, en cualquier espacio. Para ti todo debería ser a tu gusto y disfrute, que si los dos en la terraza, que si un encuentro nocturno, que si "solitos" los dos besándonos... y yo: "Está bien". Y tú: "Qué seca". Y yo: "... pero he dicho que sí quiero". Y tú: "Es sólo la forma en que lo dices". Y mi cabeza pensando: "O sea, ¿quién es la mujer de la relación? ¿tú o yo?". Pero ¡qué va!, el caso perdido está si se trata de encontrarte cuando te necesito, o cuando la urgencia de tenerte me hunde en el vacío de mi almohada. Es que no hay forma de llenar las lagunas de tus misterios, ni con estas ganas inmensas ni el empeño de mi obsesión. No hay forma. 
    Para ti sigue resultando propicio el encuentro mil veces pautado, y lo peor del asunto es que las ganas no se friegan, no aminoran, como que las desgraciadas aumentan en proporción, aumentan en decibeles, en potencias ensordecedoras, en ondas súpersonicas, ¡yo qué sé!, pero la urgencia del verano pasado admite un desequilibrio mental, como que sí, como que ajam... ¡epa! algo no anda bien por aquí. Como que haces falta, como que dependo de esa masa amorfa que es un beso tuyo. Como que aquí la desolación me va acabando y el Te quiero te va odiando, y la terraza se cae a pedazos y ya yo no soy seca, sino que me evaporo. No existo. La urgencia escala por mi espalda, llega hasta mi cara y pellizca mis mejillas sonrojadas. Y yo: "Te quiero, sí, sí, como sea. Te quiero mucho, te quiero un millón, te quiero un Universo entero, pero ¡APARECE!". Y tú: "Qué seca". Y yo: "... pero si acabo de decirte que Te quiero". Y tú: "Es sólo la forma en que lo dices".

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