lunes, 24 de junio de 2013

Hablando de hombres y mujeres (para variar).

     Junio empezaba a tomar forma: los fines de semanas siempre nos reuníamos, comíamos algo y jugábamos juegos de vídeos. Esa noche, en especial, habíamos decidido comer unas deliciosas hamburguesas hechas por nosotros mismos y de bebida varios vasos de Coca Cola. Estábamos sentados en una mesa redonda, uno junto al otro y recuerdo que de repente la conversación fue a dar adonde siempre suelen ir las conversaciones entre hombres y mujeres:

— ¡El tipo se llama Christian y es el coño más perfecto del mundo!— exclamó Elena emocionada—, es perro, odioso, estúpido, malparido y todo, pero es bello el condenado y rico... le regaló una casa a la novia y todo...
— ¡Ay sí!— apoyó Amanda casi con el mismo entusiasmo—. Lo hicieron demasiado perfecto...
— ¡Eso es mentira!— intervine, mientras me preparaba mi hamburguesa—. Ese tipo de hombres no existe, leer esos libros daña la mente. Pónganse a leer poesía, tipo Neruda o novelas de Gabriel García Márquez, eso sí deja algo.
— Qué bendita webonada, vale, de verdad—reclamó Dante, bebiendo de su refresco—. Vamos a ponernos sinceros: a un tipo feo y pelao' nadie le va a parar bolas, ¿o sí?— y me miró a mí, a la más pendeja, como esperando que dijera algo al respecto:
— Eso... supongo que es cierto en parte, ¿no?
— Uy no, que el condenado tenga las uñas sucias— dijo María distraída.
— ¡Que huela a pocholín! ¡Qué horror!— dijo Elena.
— Eso es un matapasiones en potencia— admití riendo.
— Pero, ¿y si huele a pocholín pero tiene plata?— preguntó Dante con malicia.
— Que se meta la plata por el...— decía Amanda cuando Elena interrumpió.
— Si huele a pocholín lo veto de una, no llegaría a enterarme de que es rico— respondí.
— Ay, pero ya hablando en serio— dijo Elena acomodándose en la silla—, yo creo que una moldea a los hombres.
— Mi alma, no, ¿cómo es eso?— dudó Manuel, que permanecía callado junto a su novia Diana.
— Como Sabrina la bruja adolescente— bromeó María.

     Todos empezamos a reír.

— No, no, en serio, muchachos— insistió Elena—. Uno viene y le dice al chamo que no le gusta esto y aquello, y la webonada, y el chamo enamorado va y lo hace como uno dice y sin darse cuenta uno lo va medio moldeando.

     Mi madre, que recién acababa de llegar cuando Elena hablaba, la miró con cierta chispa de sabiduría encendida en las pupilas y le dijo las siguientes palabras:

— Vos no sabéis de qué coño estás hablando. Que moldear ni que molde, será cuando están de novios que todo es bello, amorcito pa' lla y pa' ca, te quiero y tal, pero cuando te casáis, esos bichos se transforman y se vuelven bestias.
— Ya viene ella con sus consejos deprimentes— dije, mientras todos reían a carcajadas—. Bueno, eso debe ser cierto y todo, pero a la final es la forma que tiene mami de decir las cosas.
— Ay no, señora, y yo que me enamoro a cada rato— confesó Elena—. Tengo como mil novios y ellos ni enterados. Además, no es tanto que no me paren, sino que, por ejemplo, mi novio principal ya tiene novia, pero la ridícula está lejos. Me van a disculpar, pero "amor de lejos, felices los cuatro".
— Esa es otra cosa. Si el tipo te gusta: o tiene novia, o esposa, o hijos, o tira pal otro lado. Ahora, si vos le gustáis al tipo, a vos no te gusta el pobre. Ley de vida. Aunque esa etapa de los "chicos malos", esa ridiculez ya está superada, una sólo pide que sea bueno, bonito y...
— ¿Barato?— terminó Diana en broma.
— Es que a los hombres les gustan las putas— dijo Elena, que parecía tener su propio monólogo montado allí en el comedor.
— ¡Hey sí!— apoyó Amanda—. Todos mis amigos del colegio y los de la Universidad salían con unas... bueno, que pa' qué te cuento, puras bichitas.
— ¿Y no les caías mal, por casualidad?— intervine—. Porque las novias que tienen mis amigos me miran horrible y les caigo mal sin que siquiera me conozcan.
— Casualmente yo les caigo bien, el problema es que ellas a mí no...
— Pero yo no estoy de acuerdo con eso, mis amores— interrumpió Dante—; bueno, yo admito que era así cuando chamo y uno se agrandaba cuando salía con una tipa así toda explotada, pero ya no sufro de eso, prefiero una chama así sencillita y educada.
— Yo creo que eso es inmadurez— dijo Diana—. Cuando maduren buscarán mujeres de buena calidad. La verdad es que ellos podrán estar con esas mujeres voluptuosas por un rato, pero dudo mucho que sea esa la mujer con la que se casen.

     Todos asentimos con la cabeza y Dante volvió a intervenir:

— Yo también creo eso, por ejemplo, Diosa Canales a mí no me gusta, muy, demasiado llamativa. Yo las prefiero así sin mucha delantera.
— Es algo muy subjetivo— dije.
— Es verdad— afirmó María.
— Por mí que no tengan nada en frente, pero por Dios santo que no sean unas planchas atrás...— dijo Manuel.

     Todos quedamos en silencio un rato, como meditando al respecto. Mi mamá ya se había retirado y sólo quedaban platos y vasos vacíos sobre la mesa.

— En conclusión, todos tenemos una opinión distinta sobre el tema— empezó Manuel, rompiendo con el silencio—, a mí parecer un hombre siempre elige la mujer con la que quiere enseriarse, pero la mujer dispone...
— O sea, la mujer decide si vais pal baile o no— dijo Amanda.
— Si te va a parar bolas o no, pues— intervino Dante con su peculiar forma de expresarse.
— Si tenéis vida o te toca ir directico a la friend zone— dije.
— Bueno, en fin, eso mismo— concluyó Diana fastidiada.

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