jueves, 4 de agosto de 2016

Media sonrisa.

    


     Te recuerdo así como mi novio, con lo atinado de tus comentarios, con la certeza de tus sentencias, con tu sinceridad arrolladora y un comentario inteligente, escondido allí bajo la manga de tus famosas camisas de abogado, para cada tema de conversación. Mi abogado, te recuerdo así pensativo y taciturno, tranquilo, sereno, fluyendo con la corriente, formulando preguntas profundas con la inocencia de un sabio anciano. Mi querido abogado, tú que en vez de provocarlas, le huías a las peleas y preferías solo comenzar un debate inteligente con tu contraparte. Mi abogado, ese que por callado te llenaba de dudas hasta la médula, el mismo que parecía investigarte con sus ojitos para luego entregarte un informe con los resultados. Mi abogado, siempre te querré, porque recordarte será invocar la serenidad, fuiste para mí la cordura del amor en una de las épocas con más cambios de mi vida, estuviste allí siempre con tu media sonrisa en los labios, afilando tus intervenciones, sacándole brillo a tus criterios, puliendo tus posturas, perfeccionando tu ingenio. Mi abogado, no te equivocaste de profesión, puedes dejar mudo a cualquiera que se alce ante ti, y hacerlo todo con esa calma tuya a la que se le daba tan fácil bajar todas mis revoluciones, lidiando siempre con la tempestad y, aún así, con tu camisa de rayas intacta, y sin perder tu media sonrisa capaz de desconcertar multitudes y disimular tu grandeza. Mi abogado, mira nada más: te he vuelto a escribir con amor...
     ... y todo ello justo después del adiós.

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