El amor quiere atarme a su raíz, y yo rebelde y loca, quiero creer que no me dejo.
— Tienes pinta de complicada— y sus manos en el volante—, pero no eres imposible.
— Mis intenciones no son buenas— dije, mirando a través del vidrio.
— ¿Ah?
— Terminaré yéndome, siempre hago eso— admití.
Él soltó una risita astuta.
— ¿Y qué es quedarse?— me preguntó.
¿Y qué era quedarse? ¿Simplemente el estar físicamente? ¿Cien por ciento cuerpo y nada de alma? Yo era una maldita idiota si pensaba que al irme un fragmento mío no se quedaría sentado junto a él, cada día de cada semana de cada mes de cada año.
— Quedarse es inevitable, ¿cierto?— le dije sin mirarlo.
— Solo sé que estar, no es nuestra decisión.
...y lo sé porque, en la distancia,
tú te has quedado en mí,
y yo en ti.
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