¿Has sentido eso? Lo pensante de un suspiro, lo inquietante de la duda, lo interesante de una pregunta... el capricho de una niña. Ese día había estado muy soleado y recuerdo haber visto tus doce tipos de sonrisas en sólo dos minutos; eso me había hecho extremadamente feliz. Tú no guardabas nada, todo lo decías, todo lo comentabas, todo lo susurrabas sin intención de secretos, sin intención de gestos y señales; tú sólo lo explicabas y yo reía con júbilo. En esos tiempos era interminablemente feliz, contigo a mí lado, cantando, tarareando y conquistándome con ese filo dominante de tu voz. Nos abrazamos una vez, luego dos y pensé en dejarte ir luego del quinto beso, pero me seguiste hablando y me gobernó la culpa, aun así, te disfruté y calculé un poema para mi diario. Tú sabías que el horario matutino era mi debilidad y era por eso que me hacías reir, y me cantabas, y me gritabas que me amabas.
Ahora miro tu foto y sé que fui capaz de amarte, y eso me hace feliz, desmesurada y obsesivamente feliz. No dejes de extender tus sonrisas por tu rostro; por allá, te juro, algún día estaré y podrás seguir cantando y bailando, riendo y susurrando exclamaciones. Entonces seré feliz nuevamente a tu lado.
En la tierra o en el cielo, en la superficie o en la profundidad, en lo oscuro o en lo claro, se supone que debo ser feliz nuevamente contigo.
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