viernes, 14 de mayo de 2010

Soy feliz...


¿Has sentido eso? Lo pensante de un suspiro, lo inquietante de la duda, lo interesante de una pregunta... el capricho de una niña. Ese día había estado muy soleado y recuerdo haber visto tus doce tipos de sonrisas en sólo dos minutos; eso me había hecho extremadamente feliz. Tú no guardabas nada, todo lo decías, todo lo comentabas, todo lo susurrabas sin intención de secretos, sin intención de gestos y señales; tú sólo lo explicabas y yo reía con júbilo. En esos tiempos era interminablemente feliz, contigo a mí lado, cantando, tarareando y conquistándome con ese filo dominante de tu voz. Nos abrazamos una vez, luego dos y pensé en dejarte ir luego del quinto beso, pero me seguiste hablando y me gobernó la culpa, aun así, te disfruté y calculé un poema para mi diario. Tú sabías que el horario matutino era mi debilidad y era por eso que me hacías reir, y me cantabas, y me gritabas que me amabas.
Ahora miro tu foto y sé que fui capaz de amarte, y eso me hace feliz, desmesurada y obsesivamente feliz. No dejes de extender tus sonrisas por tu rostro; por allá, te juro, algún día estaré y podrás seguir cantando y bailando, riendo y susurrando exclamaciones. Entonces seré feliz nuevamente a tu lado.


En la tierra o en el cielo, en la superficie o en la profundidad, en lo oscuro o en lo claro, se supone que debo ser feliz nuevamente contigo.

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