domingo, 16 de mayo de 2010

Tu primer amor.


Es cuando empiezas a verlo todo diferente que te das cuenta que hay algo más, que cada brisa de viento, por alguna razón, se siente más suave; por cada arrasar del viento se guían tus pensamientos y deseas que lleguen a esa persona como un recuerdo tuyo. Es ese deseo de saberlo todo el que te atrapa, se hace tu amigo y luego te desafía, pero sigues allí por que sabes que algo cambió en ti, que éste sentimiento es único, que se siente bien, que lo quieres para siempre, que por primera vez te sientes enamorada, incómoda o extraña cuando le hablas. A lo mejor estés deseando tenerlo cerca, con su calidez, con su dulzura, pero sientes celos de lo que lo pueda estar rodeando, de eso que pueda estar envolviéndolo y lo haga olvidarte tan sólo por un segundo. Te aseguro que no has olvidado la primera vez que lo viste, o esa primera vez que le hablaste. Te aseguro, hermana, que ese día se te hizo difícil dormir, pero tan ridículamente fácil soñar. Estoy casi segura de que sonríes muchas veces cuando lo recuerdas y te das cuenta de que antes no era así. Luego viene la aceptación y ves cuán duro es, de qué foránea te sientes en ese aspecto, que toda la vida fuiste incrédula y ahora te reflejas en el espejo con esa misma sonrisa tonta que antes criticabas tanto. Pero tú, tan sólo te ríes y disfrutas de los recuerdos, de los suspiros y las inexorables dudas. Empiezas a entender esos dichos y esas frases en las canciones y te sientes ignorante al no entender por qué antes no eras capaz de comprenderlas. Descubres que el amor es una guerra, que no hay reglas, que se sufre, pero se aprende a dar, con el sentimiento más grande que el hombre puede sentir.
Sé que deseas que tu primer amor sea el único, el eterno; te conozco lo suficiente como para saber eso, por ese modo coqueto con que meneas tu cabeza continuamente y en cada sonrisa pensante que dejas salir a la luz. Por eso, hermana, brindo por tu primer amor.


Carta para una aprendiz...




Dedicado a Angelica Puche.

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